Escrito por Osvaldo
Jiménez Vázquez con fotografías e ilustraciones de los archivos de los doctores
Ross D. MacPhee y Manuel Iturralde-Vinent
En 1992, un equipo de geólogos y
paleontólogos de los Museos de Historia Natural de Cuba y Americano de Historia
Natural, de New York, parte al campo para localizar lugares donde estuvieran
expuestas rocas antiguas originadas en ambientes terrestres, en las que fuera
probable encontrar restos de los primeros mamíferos que llegaron a Cuba,
incluidos los primates. El proyecto de búsqueda se basaba en estudios
geológicos que sugerían que Cuba, y el resto de las Antillas Mayores, habían
estado cercanas al continente Sudamericano, con el cual compartían tres grupos
de mamíferos, primates, perezosos y roedores.
El grupo Samá, de la Sociedad
Espeleológica de Cuba, residente en la provincia de Sancti Spíritus, informó acerca
de un yacimiento paleontológico situado a 18 km al sudeste de la ciudad
homónima, próximo a la presa Zaza, en el municipio La Sierpe. Este yacimiento había
aflorado con la excavación del Canal
Zaza, profundo y prolongado conducto de irrigación que cortó una colina, denominada desde entonces Domo de Zaza, quedando expuestos unos 3 km
de estratos o capas de sedimentos a ambos lados del canal. De acuerdo con sus
características geológicas y paleoecológicas, estos sedimentos se habían
originado bajo la influencia de ambientes marinos y terrestres, y tenían una
edad entre 18 y 21 millones de años. En la época en que se formaban esos
sedimentos, el territorio de Cuba estaba dividido en tres archipiélagos, uno
occidental, uno central y otro al este. El archipiélago central, donde se
encuentra hoy el yacimiento paleontológico de Domo de Zaza, era una isla
elevada y de poca extensión, circundada por un mar de escasa profundidad con
cayos inundados periódicamente.
Domo de Zaza era,
pues, el sitio ideal para la búsqueda, sin embargo, los huesos no se encuentran
con facilidad. Entre los inconvenientes estaba la extensión del área a
explorar, la abundancia de marabú (Dichrostachys
cinerea), lo difícil de distinguir los huesos entre millones de fragmentos
de rocas, y el sol abrasador. En la primera expedición se encontraron fragmentos
de huesos de un perezoso, consistentes en un hueso craneal, un diente, un
húmero, una vértebra y una pelvis. Los investigadores estaban emocionados pues
se trataba de una especie nueva para la ciencia, nombrada más adelante Imagocnus zazae, nombre que significa “perezoso
soñado, de Domo de Zaza”. Este hallazgo fue importante para la historia de la
fauna del Caribe pues se había encontrado uno de los parientes más antiguo de
los perezosos autóctonos y estaba relacionado con los perezosos argentinos del
período Neógeno (entre 23,3 y 1,64 millones de
años).
Al año siguiente, en el mes de noviembre, se organizó una segunda
expedición, dirigida nuevamente por los doctores Ross MacPhee y Manuel
Iturralde-Vinent, con la colaboración de los investigadores Inés Horovitz,
Reinaldo Rojas, Stephen Díaz Franco y quien suscribe. Esta fue muy exitosa,
pues se encontró un resto de otra
especie nueva, esta vez un mono (Paralouatta
marianae).
Foto 3: El autor en el momento del hallazgo del astrágalo del mono de Mariana (Paralouatta marianae). En la mano derecha sostiene la pieza ósea. |
Este hallazgo fue muy emocionante. Llevábamos días sin encontrar algún resto significativo y dominaba el desanimo. El día del descubrimiento, tenía fe de que haríamos un hallazgo importante y así lo manifesté a mis compañeros durante el viaje en jeep hacia el sitio. Horas después, encontramos un astrágalo de mono. La celebración fue grande esa noche. La pieza encontrada permitió conocer aspectos interesantes de la vida de este primate fósil. Las dimensiones del astrágalo son casi similares a las del mono aullador actual Alouatta caraya, el cual tiene un peso que oscila entre 5 y 7 kg. Es decir, Paralouatta marianae era un mono de talla apreciable. También se supo que no fue un mono muy saltador, estando apto para caminar y correr sobre las ramas, y pasar gran parte de su tiempo de actividad diaria sobre el suelo.
El estudio de los mamíferos terrestres del Domo de Zaza demostró que estos animales tenían parientes fósiles y vivientes en Sudamérica, desde donde vinieron sus ancestros, como se teorizaba en la hipótesis que mencionamos previamente. Estos nexos filogenéticos motivaron que se estudiara más a fondo la manera y la época en que los antecesores de nuestros perezosos, roedores y primates pudieron arribar al Caribe. Para esto se tomaron en cuenta diferentes hipótesis geológicas, llegándose a conformar una nueva idea, que ha sido generalmente aceptada.
Foto 4: Astrágalo del mono de Mariana (Paralouatta marianae), vista dorsal y vista ventral. Used in MacPhee et al., 2003. |
El estudio de los mamíferos terrestres del Domo de Zaza demostró que estos animales tenían parientes fósiles y vivientes en Sudamérica, desde donde vinieron sus ancestros, como se teorizaba en la hipótesis que mencionamos previamente. Estos nexos filogenéticos motivaron que se estudiara más a fondo la manera y la época en que los antecesores de nuestros perezosos, roedores y primates pudieron arribar al Caribe. Para esto se tomaron en cuenta diferentes hipótesis geológicas, llegándose a conformar una nueva idea, que ha sido generalmente aceptada.
Esta
idea plantea con suficiente certeza que hace unos 35-33 millones de años, en el
límite entre las épocas Eoceno y Oligoceno, pudo existir una cadena de islas
entre el norte de Suramérica y las Antillas Mayores. Estaban emplazadas a lo
largo de la Cresta de Aves, una cadena de montañas actualmente sumergida al
oeste de las Antillas Menores, que se elevo sobre el nivel del mar en la época
señalada, por la coincidencia de un levantamiento tectónico y un considerable descenso
del nivel marino. En ese momento, las islas del norte del arco de las Antillas
Mayores (centro y oriente de Cuba – Haití-Republica Dominicana - Puerto Rico –
Islas Vírgenes) constituían una sola isla grande o una serie de islas separadas
por espacio marinos muy estrechos. La cadena de islas de la Cresta de Aves
estaba emergida entre el bloque Puerto Rico – Islas Vírgenes y un pequeño
continente noroccidental de Suramérica –separado en ese momento del resto del
continente por un amplio espacio marino. Los geólogos que postularon esta nueva
idea llamaron a la cadena de islas o guirnalda insular Gaarlandia, que
significa “tierra montañosa entre la Cresta de Aves y las Antillas Mayores”.
Esta
guirnalda de islas estuvo emergida durante uno o dos millones de años, tiempo
muy corto en términos geológicos, desapareciendo hace unos 32-30 millones de
años, cuando el levantamiento regional que determinó la aparición de aquella
cresta llegó a su fin. Esto ocurrió debido a un descenso general de los
terrenos. Luego, las posteriores manifestaciones tectónicas en el Caribe,
incidieron en la subdivisión estructural de las áreas terrestres existentes, lo
que dio origen a las islas actuales de La Española, Cuba, Puerto Rico y la
porción oriental de Jamaica, y los canales que las separan.
Todo
parece indicar que Gaarlandia pudo ser la vía utilizada por los mamíferos
terrestres antiguos para llegar al Caribe. Sin embargo, esta vía implicaba
grandes dificultades. Entre estos impedimentos se cuenta que en determinados
momentos, los propágulos fundadores o primeros ejemplares de los mamíferos que
colonizaron las Antillas, debieron enfrentarse a las travesías marinas. De esta
manera, solo pasaron aquellos que tuvieron capacidad de dispersión suficiente
para sobrevivir el trayecto. Así, pues, de los grupos de animales que poblaron
el pequeño continente noroccidental de Suramérica, solo tres órdenes de
mamíferos terrestres están representados en el Caribe, de los cuales uno solo,
los roedores, sobreviven.
Con
la subdivisión de las islas antillanas las poblaciones de perezosos, roedores y
monos quedaron aisladas, de manera que, a partir de uno o varios antecesores de
origen sudamericano, se produjo un proceso evolucionario en el transcurso de
varios millones de años, dando como resultado que en cada isla haya habido formas
diferentes de primates, con la excepción de Puerto Rico, donde no se han
encontrado estos animales hasta el momento.
Nota Final
Más información sobre el autor de este post puede encontrarse
en su otro aporte en este blog sobre el mono de Varona.
MacPhee, R. D. E., and Manuel Iturralde-Vinent. 1994. First Tertiary land mammal from Greater Antilles: An Early Miocene sloth from Cuba. American Museum Novitates, 3094: 13pp.
MacPhee, R. D. E., M. A. Iturralde-Vinent, and E. S. Gaffney. 2003. Domo de Zaza, and Early Miocene Vertebrate Locality in South-Central Cuba, with notes on the tectonic evolution of Puerto Rico and the Mona Passage. American Museum Novitates, 3394: 42pp.