EL Mono De Cuba: Paralouatta varonai Rivero y Arredondo, 1991
Escrito por Osvaldo Jiménez Vázquez
con fotografías cortesía de Julio Larramendi
El
23 de enero de 1986, en una recóndita caverna de la serranía de Galeras, en
Viñales, provincia de Pinar del Río, se encontró la prueba definitiva de la existencia
de monos endémicos de Cuba. Este hallazgo fue logrado por un grupo de jóvenes espeleólogos
de los colectivos “Pedro A. Borrás”, gestor de la expedición, y Aguas Claras, invitado,
ambos de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Fueron ellos, Jesús Álvarez, quien
dirigía la expedición, Rolando Crespo, Madelaine Aguiar, Alexander Brosal
(grupo P. Borrás), Oscar Sánchez, Oscar Borell (†), Antonio Abad y Antonio González
(†) (grupo Aguas Claras).
El
día 23 llegan al arroyo Constantino, donde se abre la boca de la caverna
homónima, y realizan exploraciones; solo Madelaine y Oscar quedan en el
campamento. En algún momento, observan los alrededores y ven una pequeña boca a
una altura de unos 3 m, a corta distancia del sumidero del arroyo Constantino. Más
tarde, todos visitan la cueva, un pozo de 24 m de profundidad con paredes empapadas
en agua, agarres difíciles y fondo de arcilla inundada de agua. Rolando mete las
manos en el fondo, y el cráneo del mono es el primer hallazgo, luego huesos de
perezosos fósiles (Megalocnus, Parocnus y Neocnus), un húmero de mono, una mandíbula de almiquí (Solenodon) y algún resto de jutía conga (Capromys pilorides). A partir de este
descubrimiento, esta cavidad se nombra Cueva del Mono Fósil.
Figura 1: Craneo de Paralouatta varonai Rivero y Arredondo, 1991 |
Ya
en la capital, llevan el cráneo al paleontólogo Oscar Arredondo, quien no podía dar crédito a lo que veía, ante sus ojos
estaba la ansiada prueba de monos endémicos en Cuba. Tal privilegio era
importante, pues durante casi un siglo se había puesto en entredicho la
existencia de primates en la isla, aunque restos de estos habían sido
encontrados en Jamaica y La Española en 1952 y 1975.
En
julio de 1990 se organiza una nueva expedición a la Sierra de Galeras, participando
especialistas del Museo Americano de Historia Natural de New York, Museo
Nacional de Historia Natural, Universidad de La Habana y miembros del grupo
Pedro Borrás.
En
los primeros días se reexplora infructuosamente la Cueva del Mono Fósil. El día
28 se dirigen las esperanzas a Cueva Alta, una pequeña cavidad situada dentro
de la boca del sumidero del arroyo Constantino, a 14 m de la Cueva del Mono
Fósil. Esta había aportado en abril del propio año 1990 un par de fragmentos de
tibia y fémur y una falange de mono. Efrén Jaiméz, Divaldo Gutiérrez, Ross MacPhee
y quien redacta estas líneas, escalamos hacia la alta cueva, dedicándonos a
buscar en los mismos lugares explorados meses atrás, pero sin éxito. Insistí personalmente
en la pesquisa, esta vez hacia el final de la única galería de la cueva, en la
cual detecté una estrecha grieta ascendente, rellenada por sedimentos oscuros.
Entre la tierra colecté un diente de perezoso y decidimos extraer en cubos la
matriz sedimentaria y cernirla en el lugar. Pocos minutos después apareció el
primer diente de mono, un premolar y Efrén exclamó entonces, dirigiéndose al
Dr. Manuel Rivero de la Calle y a los que habían quedado abajo:
-¡Rivero, se encontró un
diente de mono!
Figura 2: Cráneo |
Se
envía el diente abajo dentro de un cubo. Rivero devuelve el cubo conteniendo
una botella de vino de arroz, para celebrar el feliz acontecimiento. Pasadas
las primeras emociones, continuamos la excavación en la grieta, tocando a mi
persona, por ser el más delgado del grupo, hacer el trabajo dentro de esta.
Mientras iba extrayendo los sedimentos y avanzaba al interior de la grieta, el
esfuerzo se hacía más agotador, pues estaba obligado a permanecer en posición
horizontal entre paredes cada vez más estrechas, soportando, adicionalmente, el
intenso calor típico de esa época del año. De cuando en cuando, me sacaban a
tomar un respiro tirando de mis pies, pues los movimientos eran muy limitados.
Sin embargo, gracias a Dios, aparecen más evidencias, hasta alcanzar el centenar.
Al final de la jornada, están representados muchos de los huesos del esqueleto con
cinco húmeros, un fémur, una tibia, 18 huesos de manos y pies, un fragmento
frontal, dos maxilares sin dientes y 60 dientes sueltos, entre incisivos,
premolares y molares. De otros animales se extrajeron unos 560 huesos, entre
ellos restos de un búho extinguido, cocodrilos y perezosos, entre otros.
En
la capital, Arredondo y Rivero estudian el cráneo del mono, arribando a la
conclusión en 1991, que correspondía a una especie extinguida endémica de Cuba,
a la cual denominan Paralouatta varonai.
El nombre genérico, derivado de la semejanza con el cráneo de los Alouattas o monos aulladores que habitan
las selvas de Sudamérica y América Central y son los primates vivientes más
grandes y corpulentos del Nuevo Mundo. El nombre específico, en homenaje a Luis
S. Varona, especialista Cubano en mamíferos.
Figura 3: Cráneo |
Un
año más tarde, en agosto de 1992, se produjo el hallazgo de una mandíbula
incompleta y un hueso de la cintura del mono cubano, en otra galería de la
Cueva del Mono Fósil. Esto permitió completar el esqueleto de Paralouatta. A partir de este momento, estudiosos
cubanos y extranjeros sometieron el cráneo y los restantes huesos a rigurosos
análisis, arrojando luz sobre aspectos
muy interesantes de la vida de Paralouatta
varonai.
Por
ejemplo, algunos caracteres anatómicos encontrados en el cráneo, entre ellos la
inclinación del área facial hacia la caja craneana, la cual está relacionada
con la posición de la cabeza y el agrandamiento del hueso hioides y la laringe,
e indican que esta especie podía vocalizar de manera similar a los monos
aulladores vivientes (Alouatta).
Figure 4: Mandíbula de P. varonai |
El
estudio de incisivos, premolares y molares superiores, reveló que Paralouatta se alimentaba básicamente de
frutos, y en menor medida consumía hojas u otros recursos.
Se
pudo conocer también que esta especie de Paralouatta
tuvo en vida un peso de 9–10 kg, aunque no se pudo establecer la diferencia
sexual. El peso lo define como un mono de tamaño mediano, aunque mucho mayor
que sus parientes suramericanos vivientes, los monos tities (Callicebus), cuyo peso oscila entre 0.9
y 1.3 kg.
Por
esta razón, se puede considerar a Paralouatta
varonai un gigante dentro del grupo de monos emparentados con él, los
Callicebinos. El gigantismo es una de las tendencias evolucionarias extremas
que se produce comúnmente en las islas ante la ausencia de depredadores (animales
que comen otros animales) y competidores (animales que comen lo mismo).
El
húmero de Paralouatta presenta características
que sugieren que el mono cubano pudo tener hábitos semiterrestres,
distinguiéndose de los demás monos americanos. Esto no significa que no subiera
a los árboles, sino que pasaba mucho tiempo en el suelo, por ejemplo, los dedos
de manos y pies eran cortos y robustos a diferencia de los monos antropoides
arbóreos del Viejo y Nuevo Mundo, los cuales poseen dedos largos. También quedó
claro que Paralouatta varonai jamás
pudo desplazarse de rama en rama, suspendido de sus brazos, como hacen
comúnmente los monos grandes del Nuevo Mundo, particularmente los monos arañas
(Ateles).
Según
los especialistas Ross MacPhee, I. Horovitz y colaboradores, el Mono de Varona no
era pariente cercano de los monos aulladores (Alouatta), como habían pensado los autores de la especie, sino que
estaba muy vinculado al mono de Cueva Berna (Antillothrix bernensis), una de las especies fósiles de La Española
y estos dos, a su vez, al mono de Jamaica (Xenothrix
macgregori).
En
consecuencia, el grupo formado por estas tres especies antillanas
desaparecidas, posee parientes que viven hoy en los bosques tropicales de
Centro y Sudamérica. Son los pequeños y peludos monos tities (Callicebus), los cuales carecen de cola
prensil, pulgar oponible en la mano y tienen garras en los dedos de los pies
excepto los pulgares.
Figura 5: Mandíbula incompleta de Paralouatta varonai con que estos monos posiblemente se alimentaban
de frutas y hojas. |
Osvaldo Jiménez Vázquez es especialista en zooarqueología
y paleontología de vertebrados, especialmente Cubanos y del Caribe. Ejerce su
especialidad en el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la
Habana, donde desempeña una tarea esencial en la restauración y las
investigaciones arqueológicas del casco histórico de la Habana, tanto como en
el resto de Cuba.
En Cuba ha participado con especialistas de otras
naciones, especialmente resultado en significantes descubrimientos como el de
los monos descritos aquí, mas con otros fósiles ún más antiguos del Mioceno. El es el descubridor del holotipo, el espécimen original, de Paralouatta marianae descrito por MacPhee et
Iturralde-Vinent 1995 de esa localidad Miocénica.
Sus publicaciones son bien citadas y conocidas en el ámbito
de la arqueología y paleontología cubana donde se destacan los siguientes artículos:
Brochu, A. and Osvaldo Jiménez Vázquez. 2014. Enigmatic crocodyliforms from
the Early Miocene of Cuba. Journal of
Vertebrate Paleontology, 34 (5): 1094-1101.
MacPhee, R. D. E., M. Iturralde-Vinent, and Osvaldo Jiménez
Vázquez. 2007. Prehistoric
sloth extinctions in Cuba: implications of a new “last” occurrence date. Caribbean Journal of Science, 43 (1): 94-98.
MacPhee, R. D. E., I. Horovitz, O. Arredondo, and Osvaldo Jimenez Vazquez. 1995. A new genus for the extinct Hispaniolan monkey Saimiri bernensis (Rimoli, 1977), with notes on its systematic position. American Museum Novitates, 3134: 21 pp.
Jiménez Vázquez, Osvaldo, M. M. Condis Fernández, y E. García
Cancio. 2005. Vertebrados post-glaciales en un residuario fósil de Tyto alba scopoli (Aves: Tytonidae) en
el occidente de Cuba. Revista Mexicana de
Mastozoología, 9: 85-112.
Jiménez Vázquez, O. 2005. La Cueva del Infierno: Tafonomia
de un sitio arqueológico de tradición mesolítica. Boletín del Gabinete de Arqueología 4.
Jimenez Vazquez, O, and J. Fernandez Milera. 2002.
Canidos precolumbinos de las Antillas: mitos y verdades. Boletín del Gabinete de Arqueología, 2 (2): 78-87.
Jiménez Vázquez, O. 2001. Registro ornitológico en un
residuario de dieta de aborígenes pre cerámicos cubanos. El Pitirre, 14 (3): 120-126.
Jiménez Vázquez, O. 1997. Seis nuevos registros de aves fósiles
en Cuba. El Pitirre, 10(2): 49.